Pretérito imperfecto

Vives en mis recuerdos más no en mi presente, porque en el presente... Has cambiado.


Eres infierno, eras cielo

Eres lujuria, eras pudor
Eres desgracia, eras fortuna
Eres pena, eras alegría
Eres demonio, eras ángel
Eres inmadurez, eras sabiduría
Eres lágrimas, eras sonrisas
Eres desidia, eras cuidado
Eres engaño, eras verdad
Eres sombra, eras luz

Te quería, te quiero, te querré

Te alejaste, llegaste, te quedaste, te marchaste
Caminé, camino, me extravié
Me dolía, me duele, ya no sentiré
Esperé, espero, no sabré.

Eres tú sin mi, pero ante todo, no eres nada.

Prejuicios

Creí estar al tanto de todo lo ocurrido, haber escuchado lo necesario, saber todo acerca de...



Las ideas se abarrotaban en mi cabeza, no dejaba de pensar, estaba perdido. Mis mejillas estaban húmedas, ¿qué era lo que las había empapado? No había ningún fluido en donde dormía; descarté la idea. Mi corazón pedía a gritos un descanso ¿por qué estaba tan agitado? ¿Qué estaba sucediendo? Las sienes me dolían y mi estómago quería sermonearme, pero ese no era el momento, tenía que salir de ahí.

Me levanté apresuradamente y observé mi alrededor, ¿cómo había llegado a aquél lugar tan raro donde las sombras eran casi palpables? O más extraño aún, ¿por qué no recordaba nada? A lo lejos se escuchaban alaridos desgarradores, ¿quién era el portador de aquel dolor? Tardé un rato en comprender que estaba en la sala de un hospital y nadie se encontraba en ella, sólo yo. ¿Acaso no deberían de haber familiares esperando en la insertidumbre, alguien aguardando la hora para ver a su guerrero o una persona llorando por alguien que ha partido? Los quejidos se oían cada vez más fuertes y me apresuré en averiguar su paradero. 

No era tan complicado seguir aquel sonido perturbador, el hospital estaba solo aparentemente, tanto que los gemidos hacían eco en lo más recóndito del lugar. Caminé unos cuantos minutos por la desesperanza de los pasillos, intentando no distraerme por el olor a lágrimas y a muerte; siempre he sido un cruel realista, pero aún así, he aprendido a valorar una sonrisa y aferrarme a la esperanza. Todo el estruendo venía de la última habitación, la 109, curioso número, por alguna razón me llegaba un vago recuerdo al leerlos. Tomé el pomo de la puerta, era tan frío como un témpano de hielo que me hacía daño con sólo tomarlo, giré rápidamente el pomo y empujé la puerta, los gritos cesaron. 

En el medio de la habitación había una cama, sólo eso se podía avistar, las paredes estaban pintadas en oscuridad y el frío estaba adherido a  cada cosa que se encontraba dentro, incluyendo a esa extraña persona sin vida aparente. Me adentré en aquél ataúd sin apartar la vista de la persona dentro, era tan blanco como un nube, tan apagado como la misma, su cabello descolorido, parecía muerto con tan sólo verlo, pero era imposible aquella suposición, él se encontraba sentado, hace segundos le escuchaba gritar pidiendo ayuda, tenía que estar vivo. 

Alzó la mirada y nuestros ojos se encontraron, una oleada de pánico y euforia me atacó, ¿por qué le odiaba tanto? ¿Qué era lo que me repugnaba de él? Quería golpearle hasta arrebatarle lo poco de vida que le quedaba, quería cuidarlo hasta sanarle todo ese dolor, las dos cosas al mismo tiempo. Sus ojos eran de color caoba, perfectos gracias a lo que ocultaban, su mirada era vacía, indolora, algo no andaba bien. Parecía no haber comido durante un tiempo, sus huesos se podían ver sin ningún esfuerzo y las ramificaciones rojas de sus ojos le delataban haber estado llorando un buen tiempo.

Una sonrisa rota se dibujó en sus labios y entonces estallé:

—¿Quién te crees que eres para burlarte de mi de esa manera? le grité— Hace segundos llorabas sin consuelo, pedías ayuda a gritos, y ahora estás ahí, sentado riéndote de tú dolor. 

—¿Sólo eso piensas decirme? repuso con dolor Estoy aquí porque quiero, aquí estoy por esperanza, estoy aquí por querer, estoy aquí porque...

Tú mirada es inservible —intervine de inmediato, no quería seguir escuchándole, no tienes objetivo alguno, eres patético. No comes, te has echado al abandono, ¿has intentado escapar de este lugar siquiera? La soledad te está consumiendo y no haces nada al respecto.

—¿Crees que eres el indicado para juzgarme? —espetó disgustado— No creo que nadie lo sea. La soledad es la única que me ha hecho compañía, llevo aquí tanto tiempo y apenas me has encontrado, justo cuando iba de salida. Nos hemos estado observado siempre y aún no sabes ni quién eres...

—Sé perfectamente quién soy. 

Se levantó torpemente de la cama con una sonrisa amplia y caminó hacia mi, ignorando lo último que le dije, como si realmente no le interesara. Me pasó por un lado sin siquiera mirarme y se aproximó al espejo que se encontraba en la habitación.

—No, no lo sabes, porque de haber sido de esa manera, no hubieses señalado tu reflejo.  Sólo recuerda sonreír.

Parpadeé un par de veces, no podía creer lo que acababa de escuchar; pero entonces me encontré solo en la habitación, mi habitación, parado frente a un espejo mientras me veía fijamente. 

Letras confusas