Gotas de tinta

Todo se tornaba oscuro, sentía mucho frío, tanto que temía que su piel se cayera a pedazos. No sabía donde se encontraba, aunque, aquel sitio, era su hogar.


Se encontró recostado a los pies de una secuoya y aunque era uno de sus árboles favoritos no recordaba cómo había llegado a aquél lugar, sentía un fuerte martilleo en su cabeza, no entendía qué sucedía, ni dónde se encontraba, todo era gris, oscuro, solo... Parecía que se proyectara una película de antaño, pero con él dentro. 

Intentó incorporarse y unas arcadas en su estómago se apoderaron de él, hizo el intento fallido de vomitar sin éxito alguno. Maldijo para sus adentros, detestaba estar en aquella situación, su memoria era algo que poco le fallaba y en aquel momento no recordaba nada... «A no ser que...»

Se intentó incorporar rápidamente pero sólo consiguió hacer que sus latidos aceleraran tanto que creyó que cualquiera a algunos metros de distancia podría escucharlo, con una cara de tener pocos amigos se levantó tan sutilmente que parecía haber sufrido un gran accidente. Los ojos le escocían como si hubiese llorado por horas, pero no había lágrimas, así que finalmente decidió caminar un poco el bosque donde se encontraba. «Nada, estoy solo y creo saber donde, era lo que temía».

Camino unos cuantos kilómetros más, hasta que avistó una estructura completamente destruidas, raídas por el tiempo, a punto de derrumbarse; se acercó con sigilo a observar qué escondía aquél esqueleto, si se encontraba en el lugar donde creía, cualquier cosa que estuviese en el bosque era letal, podía destruir lo poco de humanidad que se esforzaba por conservar desde hace un tiempo.

Al acercarse visualizó una mesa color ébano y una silla a juego en medio de una pseudo habitación formada por tres paredes color marfil, quizás en su tiempo fueron blancas, pero no podía decirlo con exactitud, estaban totalmente destruidas, llenas de enredaderas ya marchitas y  una soledad inminente. Se permitió tomarse el riesgo de entrar a la habitación incompleta, abandonada por nadie o quizás por todos, sus recuerdos lo habían abandonado y eso le hacía enfurecer pero, aunque era un lugar extraño, le era muy familiar.

No había más que la mesa y la silla en la habitación, hurgó entre las paredes buscando algo que diera con sus sospechas, nada. Se sentó en la mesa frustrado y apoyó sus manos en la superficie.

Una oleada de pánico recorrió su cuerpo, su corazón parecía querer explotar y en su cabeza centellaban millares de aguja queriendo salir a la superficie, al bajar la mirada a sus manos se encontró con un líquido negro, parecía sangre coagulada, pero no olía, no, debía ser otra cosa, era... «¡Joder, era peor de lo que me temía! ¿Dónde está la maldita...?» Intentó decir mientras buscaba algo, pero las palabras no emitían sonido alguno, siguió escudriñando y revolviendo las hojas secas que yacían en el piso, hasta que dio con una hoja de papel blanca.

Se incorporó nuevamente en la silla, exhausto por el esfuerzo que había hecho, se había quedado sin la poca energía que conservaba, pero dio con la respuesta que estaba buscando aunque seguramente no iba a agradarle.

Tomó la hoja con desconfianza, la vida lo había congraciado con una vista patética, un poco más y un topo vería mejor que él, pero no tenía lentes en ese momento así que intento focalizar su vista a aquellas letras y manchones que se encontraban en frente de él. Vaciló en leerlo, sabía que lo que dijera iba a devolverlo a la realidad, pero ¿querría aquello?

Desde el momento en que tocó aquél líquido negruzco supo donde se encontraba, estaba dentro de sus recuerdos; ya le parecía extraño el haber olvidado todo ya que no era propio de él. Hace un tiempo atrás frecuentaba aquél lugar a menudo, pero el hacerlo suponía que algo terrible le habría ocurrido y siempre daba con algo que le obligaba a volver a la realidad, su mente se obligaba a salvarlo, al parecer temía por él, podía extraviarse dentro de sí mismo con facilidad y si aquello ocurría sería su fin, no podría volver; la detestaba por ello.

Adquirió un poco de valor, «tengo que volver, debo saber qué ha sucedió», su curiosidad pudo más que las circunstancias, que lo que pudiese ocurrir si confirmaba sus suposiciones, así tomó la nota con un intrépido intentó de leer las partes que el líquido con que se había escrito no había estropeado al derramarse:


"Familia, amigos, compañeros, todos eran unos extraños en un sentimiento muy real, ¿verdad? No eran yo".


La inexistencia de un título, ¿cómo podría perder algo que jamás he tenido?

Es un sentimiento extraño, de angustia y desesperación; todo lo preciado se había convertido en un vacío inexorable, tan implacable y tan cruel... Necesito algo, o quizás... ¿Quizás alguien? Eso me atemoriza aún más, porque de ser así, estoy perdido.

Sólo deseo(...)

(...) pero ahí estás, sin siquiera aceptarte, sin saber hacia dónde te diriges, con una mirada estupefacta y (...)



(...) y aquí estoy, esperando la despedida, esperando que te marches, esperando incluso tu regreso, esperando quizás tu muerte, esperando olvidarte(...)


(...) porque tus "talentos" se observan a una distancia ciclópea, siempre ha sido evidente tu incapacidad de tragar fantasías fabulosas en una escala colosal, tu manera de mentir con una sonrisa, tu carisma efímero y tan venenoso(...)


(..) también sé que estoy solo, los títulos han escaseado y nadie se ha detenido a indagar en qué repercute tal situación (...)

             (...) ¿Amigos? Una fantasía (...)

                                                 (...) ¿Familia? La resumiría en una palabra, "circunstancias" (...)

  (...) Por último te encuentras tú. Sí, he aprendido a dejarte de último, para poder recordarte con facilidad al culminar mis cartas y comenzar una nueva, siempre, todo, se trata de alguien, ¿no lo crees? Esta vez eres tú (...)

(...) "No olvides que morirás algún día, por lo tanto, es la razón para vivir ahora" (..)

                                                                                     (..) Quizás he fallado, pero ya no seré una sombra, será algo más, mucho más que una simple existencia para una sociedad destruida, mucho más para ti, mucho más para todos.

"Decae conmigo, lo peor aún no ha llegado".


Entonces entendió el destino que él mismo se había destinado; aquél bosque tan majestuoso ya no era sólo sus recuerdos, también era su mausoleo. Y ahí se encontraba, ya no había vuelta atrás, por más que quisiera, ya no podría volver.


Letras confusas