Comienzo

El hecho de aceptar a alguien, quererlo hasta la muerte o quererlo hasta mañana. Una idiosincrasia inerentemente fútil, ya que el tiempo siempre es regresivo.



Fue lo primero que se pasó por mi mente antes de permitirme volver a escribir en un abismo de obscuridad y blancura, donde siempre me he enfrentado entre lo que soy, lo que creo ser, lo que creen que soy y lo que fui. 

Me declaro fielmente un mentiroso y un traidor, aunque tú más que nadie lo sabes. Prometí no dejarte atrás, contarte todo siempre que pudiese, pero, fue obviamente falso, porque han pasado meses desde que no nos hablamos, han pasado muchas horas de tristezas y alegrías, y aquí estoy de nuevo, sintiéndome tan solo que, por ser un egoísta extraordinario, estoy de nuevo a tu lado, mi tan querida amiga, mi soledad.

Lo último ocurrido, fue un simple atisbo de éxito fallido, pero, no por mi parte, ya lo sabes, siempre he sido de aquellos idiotas que jamás se dan por derrotados, a menos que la batalla se encuentre sin contrincante alguno.

Esta vez, el problema lo estelarizó la indolencia del orgullo, en una inverosímil tentativa de personificar un esfuerzo vacuo, inédito e insignificante. Claro está que siempre supe que algo como ese iba a ocurrir, desde el momento en que, por mi maldita curiosidad, comencé a hurgar en su pasado, escudriñando cada fibra de indicio existente para saber quién me antecedía. 

Siempre nos sucede que, cuando todo está perfecto, pensamos que algo anda mal, y para nuestra desgracia, no estamos errados. Un persona tan perfecta a mi gusto, en todos los aspectos, no podría caer tan fácil en mis manos, menos sabiendo el tipo de persona que soy; ciertamente sería una decepción que eso ocurriese, porque seguro me enamoraría, se marcharía y yo volvería a morir...

Entonces, para qué preocuparme por un final cuando de por sí dicho comienzo ya tenía su réquiem compuesto, el riesgo tenía que ser tomado, y lo tomé, porque quise creer, porque quise un futuro, porque quise su compañía. Así que aposte el todo por el todo aunque el acta de defunción estuviese firmada, aún sabiendo que la esperanza siempre se enfrenta con la estupidez en un fallido intento de forjar una sonrisa. 

Letras confusas