Sentarme a pensar es la mayor forma de reformarme o quizá, de destruirme; porque todo cambia, porque mis pensamientos tienen vida propia. 



Con la corta edad que tengo, he aprendido tanto, que a veces... A veces siento que me he perdido la vida intentando entender cómo es la vida.

He aprendido tantas cosas, pero no he aprendido nada, por eso, hoy, sólo quiero vivir más experiencias..., olvidarme de todo lo que me haga daño, escribir más líneas en mi cuaderno, sellar mis dolores con lágrimas, sonreír hasta que me duelan las mejillas, cantar hasta que me duela la voz, hacer todo eso y mucho más, sin voltear a los lados, sin pensar en mi entorno social que cada vez está más destruido.

Por eso he aprendido, que puedo hacerlo sólo. Emprender mi viaje sin una compañía, porque las mejores experiencias, aquellas que nos quedan para toda la vida, las recordamos con nuestra sombra.




¿Qué pensamos cuando hablamos de decepción?



Irónicamente la indolencia del destino siempre ha sido una inverosímil tentativa de personificar un esfuerzo vacuo de solemnidad, inédita e insignificante; la vivimos día a día, respiramos cada palabra de esa frase, intentando hacerla nuestra, intentando comprender lo que sucede.

Intentamos sacar respuestas del fondo de una botella, de suspiros incontrolables, de abrazos desesperados y aún así, sabiendo que no hay otra alternativa, nos aferramos a las ilusiones.

Luego, cuando estamos cayendo en derrota, queremos escapar de nuestro pasado, desprendiéndonos de lo material, de nuestros pensamientos, de cada pedacito de nuestros recuerdos, de unas simples palabras. Pero, ¿ciertamente logramos deshacernos de todo aquello? Cómo podríamos hacerlo, si es lo que somos, es lo que nos pertenece, es parte de nuestra vida.

Siempre hemos querido superar ese sentimiento aterrador de esa soledad asfixiante que se apodera de nosotros, como si trepara por nuestros recuerdos e intentara acabar con lo poco que nos queda. 

Pero esa batalla está perdida y eso lo sabemos; siempre quedamos desamparados, a merced de la nuestra sombra como única compañera..., los títulos comienzan a escasearse y nadie se detiene a indagar en qué repercute tal situación.

Entonces el cruel vodevil comienza, nuestras lágrimas se apoderan de lo que somos y cada palabra es un la aguja en nuestra alma.

Aún así, aunque estemos destruidos, aunque ya no tengamos nada a qué aferrarnos, seguimos vivos, y eso es lo divertido, eso es lo doloroso...,  esa es la vida, una constante que llamamos decepción, o en otras ocasiones, éxito.




A veces contamos historias, otras unas cuantas líneas y en ocasiones sólo  hay silencio.



Me casé de caminar detrás de las paredes, 
De ser una sombra social, 
De ser el silencio que abarca las inconformidades explícitas de mi propio ser; 
Por eso, he cambiado.


Notas


Porque todos, en algún momento, planeamos nuestra muerte.



Un día por la mañana le abracé fuertemente,
Porque moría por hacerlo,
Y entonces me aferré a mis ilusiones,
Y sólo pensaba en verle en mi hora libre,
Y garabateaba en los márgenes de mis libretas,
Y compartíamos la hora de la comida,
Y sabía que existíamos,
Y llegaba la hora de salida,
Pero no nos despedíamos,
Porque sabíamos que nos volveríamos a ver.

Un día al medio día le tomé la mano con fuerza,
Porque sabía que le quería,
Y entonces me aferré a su seguridad,
Y sus sonrisas me hacían sentir completo,
Y esperaba el tiempo indicado para estar solos,
Y sólo podía suspirar al pensarle,
Y llegaba la hora de irnos,
Pero nos costaba despedirnos,
Porque nos queríamos realmente, y eso era todo.

Un día por la tarde la miré con un temor inexplicable,
Porque todos cambiamos,
Y entonces me aferré a sus mentiras,
Y sus palabras me hacían pensar en su verdad,
Y ya no nos veíamos con frecuencia,
Y sus labios sabían distinto,
Y ya no estábamos presente,
Y entonces nos marchamos,
Pero no se despidió aunque yo sí lo hice,
Porque todo era distinto, y eso me hacía entristecer.

Un día por la noche mis suspiros eran mis plegarias,
Porque sabía que no le recuperaría
Y mi piel sólo pensaba en sus caricias,
Y su reír era lo único que recordaba,
Y ya no le volvería a ver,
Y no recordaba el sabor de sus labios,
Y el café ya no hacía efecto,
Y sólo quedó una caja de condones a medio usar,
Y ya no había un nosotros, un yo o un él,
Y entonces me aferré a mi muerte,
Y gasté lo que me quedaba en una pluma de su color favorito y algunas píldoras,
Y entonces escribí mi ausencia,
Pero sólo me despedí de lo que eras, de tu pasado, nuestro pasado,
Porque así lo tenía planeado, y nadie merecía esa carta, así que la rompí.

Un día al amanecer me tomé las píldoras...


Gotas de tinta

Todo se tornaba oscuro, sentía mucho frío, tanto que temía que su piel se cayera a pedazos. No sabía donde se encontraba, aunque, aquel sitio, era su hogar.


Se encontró recostado a los pies de una secuoya y aunque era uno de sus árboles favoritos no recordaba cómo había llegado a aquél lugar, sentía un fuerte martilleo en su cabeza, no entendía qué sucedía, ni dónde se encontraba, todo era gris, oscuro, solo... Parecía que se proyectara una película de antaño, pero con él dentro. 

Intentó incorporarse y unas arcadas en su estómago se apoderaron de él, hizo el intento fallido de vomitar sin éxito alguno. Maldijo para sus adentros, detestaba estar en aquella situación, su memoria era algo que poco le fallaba y en aquel momento no recordaba nada... «A no ser que...»

Se intentó incorporar rápidamente pero sólo consiguió hacer que sus latidos aceleraran tanto que creyó que cualquiera a algunos metros de distancia podría escucharlo, con una cara de tener pocos amigos se levantó tan sutilmente que parecía haber sufrido un gran accidente. Los ojos le escocían como si hubiese llorado por horas, pero no había lágrimas, así que finalmente decidió caminar un poco el bosque donde se encontraba. «Nada, estoy solo y creo saber donde, era lo que temía».

Camino unos cuantos kilómetros más, hasta que avistó una estructura completamente destruidas, raídas por el tiempo, a punto de derrumbarse; se acercó con sigilo a observar qué escondía aquél esqueleto, si se encontraba en el lugar donde creía, cualquier cosa que estuviese en el bosque era letal, podía destruir lo poco de humanidad que se esforzaba por conservar desde hace un tiempo.

Al acercarse visualizó una mesa color ébano y una silla a juego en medio de una pseudo habitación formada por tres paredes color marfil, quizás en su tiempo fueron blancas, pero no podía decirlo con exactitud, estaban totalmente destruidas, llenas de enredaderas ya marchitas y  una soledad inminente. Se permitió tomarse el riesgo de entrar a la habitación incompleta, abandonada por nadie o quizás por todos, sus recuerdos lo habían abandonado y eso le hacía enfurecer pero, aunque era un lugar extraño, le era muy familiar.

No había más que la mesa y la silla en la habitación, hurgó entre las paredes buscando algo que diera con sus sospechas, nada. Se sentó en la mesa frustrado y apoyó sus manos en la superficie.

Una oleada de pánico recorrió su cuerpo, su corazón parecía querer explotar y en su cabeza centellaban millares de aguja queriendo salir a la superficie, al bajar la mirada a sus manos se encontró con un líquido negro, parecía sangre coagulada, pero no olía, no, debía ser otra cosa, era... «¡Joder, era peor de lo que me temía! ¿Dónde está la maldita...?» Intentó decir mientras buscaba algo, pero las palabras no emitían sonido alguno, siguió escudriñando y revolviendo las hojas secas que yacían en el piso, hasta que dio con una hoja de papel blanca.

Se incorporó nuevamente en la silla, exhausto por el esfuerzo que había hecho, se había quedado sin la poca energía que conservaba, pero dio con la respuesta que estaba buscando aunque seguramente no iba a agradarle.

Tomó la hoja con desconfianza, la vida lo había congraciado con una vista patética, un poco más y un topo vería mejor que él, pero no tenía lentes en ese momento así que intento focalizar su vista a aquellas letras y manchones que se encontraban en frente de él. Vaciló en leerlo, sabía que lo que dijera iba a devolverlo a la realidad, pero ¿querría aquello?

Desde el momento en que tocó aquél líquido negruzco supo donde se encontraba, estaba dentro de sus recuerdos; ya le parecía extraño el haber olvidado todo ya que no era propio de él. Hace un tiempo atrás frecuentaba aquél lugar a menudo, pero el hacerlo suponía que algo terrible le habría ocurrido y siempre daba con algo que le obligaba a volver a la realidad, su mente se obligaba a salvarlo, al parecer temía por él, podía extraviarse dentro de sí mismo con facilidad y si aquello ocurría sería su fin, no podría volver; la detestaba por ello.

Adquirió un poco de valor, «tengo que volver, debo saber qué ha sucedió», su curiosidad pudo más que las circunstancias, que lo que pudiese ocurrir si confirmaba sus suposiciones, así tomó la nota con un intrépido intentó de leer las partes que el líquido con que se había escrito no había estropeado al derramarse:


"Familia, amigos, compañeros, todos eran unos extraños en un sentimiento muy real, ¿verdad? No eran yo".


La inexistencia de un título, ¿cómo podría perder algo que jamás he tenido?

Es un sentimiento extraño, de angustia y desesperación; todo lo preciado se había convertido en un vacío inexorable, tan implacable y tan cruel... Necesito algo, o quizás... ¿Quizás alguien? Eso me atemoriza aún más, porque de ser así, estoy perdido.

Sólo deseo(...)

(...) pero ahí estás, sin siquiera aceptarte, sin saber hacia dónde te diriges, con una mirada estupefacta y (...)



(...) y aquí estoy, esperando la despedida, esperando que te marches, esperando incluso tu regreso, esperando quizás tu muerte, esperando olvidarte(...)


(...) porque tus "talentos" se observan a una distancia ciclópea, siempre ha sido evidente tu incapacidad de tragar fantasías fabulosas en una escala colosal, tu manera de mentir con una sonrisa, tu carisma efímero y tan venenoso(...)


(..) también sé que estoy solo, los títulos han escaseado y nadie se ha detenido a indagar en qué repercute tal situación (...)

             (...) ¿Amigos? Una fantasía (...)

                                                 (...) ¿Familia? La resumiría en una palabra, "circunstancias" (...)

  (...) Por último te encuentras tú. Sí, he aprendido a dejarte de último, para poder recordarte con facilidad al culminar mis cartas y comenzar una nueva, siempre, todo, se trata de alguien, ¿no lo crees? Esta vez eres tú (...)

(...) "No olvides que morirás algún día, por lo tanto, es la razón para vivir ahora" (..)

                                                                                     (..) Quizás he fallado, pero ya no seré una sombra, será algo más, mucho más que una simple existencia para una sociedad destruida, mucho más para ti, mucho más para todos.

"Decae conmigo, lo peor aún no ha llegado".


Entonces entendió el destino que él mismo se había destinado; aquél bosque tan majestuoso ya no era sólo sus recuerdos, también era su mausoleo. Y ahí se encontraba, ya no había vuelta atrás, por más que quisiera, ya no podría volver.


Comienzo

El hecho de aceptar a alguien, quererlo hasta la muerte o quererlo hasta mañana. Una idiosincrasia inerentemente fútil, ya que el tiempo siempre es regresivo.



Fue lo primero que se pasó por mi mente antes de permitirme volver a escribir en un abismo de obscuridad y blancura, donde siempre me he enfrentado entre lo que soy, lo que creo ser, lo que creen que soy y lo que fui. 

Me declaro fielmente un mentiroso y un traidor, aunque tú más que nadie lo sabes. Prometí no dejarte atrás, contarte todo siempre que pudiese, pero, fue obviamente falso, porque han pasado meses desde que no nos hablamos, han pasado muchas horas de tristezas y alegrías, y aquí estoy de nuevo, sintiéndome tan solo que, por ser un egoísta extraordinario, estoy de nuevo a tu lado, mi tan querida amiga, mi soledad.

Lo último ocurrido, fue un simple atisbo de éxito fallido, pero, no por mi parte, ya lo sabes, siempre he sido de aquellos idiotas que jamás se dan por derrotados, a menos que la batalla se encuentre sin contrincante alguno.

Esta vez, el problema lo estelarizó la indolencia del orgullo, en una inverosímil tentativa de personificar un esfuerzo vacuo, inédito e insignificante. Claro está que siempre supe que algo como ese iba a ocurrir, desde el momento en que, por mi maldita curiosidad, comencé a hurgar en su pasado, escudriñando cada fibra de indicio existente para saber quién me antecedía. 

Siempre nos sucede que, cuando todo está perfecto, pensamos que algo anda mal, y para nuestra desgracia, no estamos errados. Un persona tan perfecta a mi gusto, en todos los aspectos, no podría caer tan fácil en mis manos, menos sabiendo el tipo de persona que soy; ciertamente sería una decepción que eso ocurriese, porque seguro me enamoraría, se marcharía y yo volvería a morir...

Entonces, para qué preocuparme por un final cuando de por sí dicho comienzo ya tenía su réquiem compuesto, el riesgo tenía que ser tomado, y lo tomé, porque quise creer, porque quise un futuro, porque quise su compañía. Así que aposte el todo por el todo aunque el acta de defunción estuviese firmada, aún sabiendo que la esperanza siempre se enfrenta con la estupidez en un fallido intento de forjar una sonrisa. 

Letras confusas