Sigilo


Como esa manzana que tanto me tentó,
Aquella que según la historia era un pecado,
Que según los cuentos era la muerte.



      Una luz tenue se reflejaba en nuestras mejillas, los árboles cubrían todo el escenario, estremeciéndome con sus crujidos tenebrosos, todo era digno de una película de horror. Le tomé la mano con cautela tirando de ella suavemente hasta llevarla a mi corazón el que tenía un zumbido desenfrenado similar al compás de las manecillas del reloj. Ellos aprendieron a reflejar dolor, angustia, desesperanza; digno de ser el espejo más perfecto del alma. Ya no había vuelta atrás.

Me dolía la cabeza, mis entrañas se estremecían, las sienes me martillaban en una secuencia poco agradable. Todo el bosque había desaparecido a mi alrededor en poco tiempo, el olor a tierra e incluso el mismo olor a óxido que enloquecía mis capilares brotando de la herida en mi costado derecho, no tenía sentido, ya nada era lo que veía hace unos instantes, nada importaba; sólo el cuerpo que yacía en frente de mí.

Su dulzura aún era impecable, su cabello negro caía con cautela en mi regazo, los ojos grises perdían poco a poco su luz, era más pálida de lo normal y eso me hacía enfurecer. Aún empapada en sudor era hermosa.

Si tan sólo quizás no hubiese más personas en su búsqueda, sin tan sólo quizás no supiese ese secreto tan aterrador, las cosas habrían sido distintas y la vida no me habría permitido alejarme de lo más preciado.
¿Quién iba a pensar que algún día tendría que asesinar a la persona que tanto amo?



Letras confusas